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Bendita Tortura

Authors: Pamela
Categories: Tony/Maya
Show Year: Y3
Rating: NC-17
Date: 2004

Story 2 in the "Hiedra" series +
1 - La Hiedra del Diablo
2 - Bendita Tortura
Sequel to La Hiedra Del Diablo.

This story is in Spanish.Click here to read the English translation.
Average Rating: 0.0/5 (based on 2 reviews)

En aquel desierto desolador, reinado por el silencio, siguió caminando bajo un intenso frío. No tenía claro cuantos días llevaba en ese inhóspito lugar, sin esperanza de volver a ver a las personas que más amaba. Maldijo el día en que recobró el conocimiento para comunicarle que su esposa e hija despegaron hacia el abismo espacial. Lo había perdido todo. Un intenso dolor, como el filo de un cuchillo que atraviesa la carne lloró de rabia e impotencia. Tomó los controles de un águila y abandonó Alpha, sin destino conocido. Impulsado con un fuerza interior desproporcionada, pero con un profundo deseo de aferrarse a la vida para verlas de nuevo. Frustrado por su proceder y el caos producido por la situación, no pudo controlar la partida y estallaron los vidrios que rodeaban la alacena en la plataforma de despegue. Los días, las noches y el transcurso del tiempo se perdieron en su mente. La infinidad del espacio fue su mejor aliada, reflejaba el estado de su alma. La oscuridad que ceñía el infinito no se comparaban con su desconcierto y amargura. Pasar por mundos desconocidos, galaxias y agujeros negros, le recordaban su vida y felicidad, junto a Maya y Antonia, en la ya lejana Alpha. Ahora no sería más que un recuerdo, una alegría lisonjera y un amor destruido por una pasión ligera, absurda e incontrolable. Sólo a los recuerdos, punzaron en él sostenerse en pie para llegar a una quebrada de profundidad abismante. Aclaró sus pensamientos y trató de recobrar las energías necesarias para bajar hacia la hondonada. Los alphanos habían continuado su vida, después de saber que jamás volverían a ver a sus seres queridos. Así y todo vencieron ese sufrimiento con el apoyo mutuo de un grupo unido. Sin embargo una premonición aterradora lo golpeó, retornando a la realidad: desdichado y solo en un mundo desconocido.

Las dunas del lugar eran vastas y asolaban, aniquilando toda esperanza de encontrar un ser viviente. Rodeado de arena edificada, la suave brisa, dibujaba en ellas el recorrido, zigzagueante de una serpiente, deslizándose con sigilo para atrapar a su presa: él, en un desierto pendenciero, listo para devorarlo.

Paralizado e incrédulo se detuvo. A lo lejos divisó, lo que parecía un oasis.

-¡Visiones! Se dijo a sí mismo...tan solo anticipan la locura venidera. El otro camino debe ser el correcto.

Al acercarse más, la visión era tan realista que no tuvo otra alternativa que seguir hacia ese lugar. La sed y el cansancio, también lo obligaron a continuar. Presentía como el hado de una profecía, como el oráculo que revela la verdad, algo evidente para descubrir, finalmente donde estaba. Seguro y sensitivo prosiguió su caminata, como el espíritu que conoce el bien y la intuición benéfica que lleva todo hombre altruista. El oasis era tan real como el agua cristalina en la cual se pudo ver y la repuesta para vencer todos sus miedos. Dejó que el agua llegara hasta su cintura. Con misteriosa y singular sorpresa se dio cuenta que estaba sobre la punta del iceberg y si continuaba, internándose descubriría algo más. Salió hacia el borde del oasis y caminó la mayor parte del tiempo sintiendo el silencio, pero con la obstinación que lo caracterizaba. Sólo una extraña vegetación de pequeños líquenes y musgos, asomaban bordeando el camino.

Al dar vueltas en el sendero que parecía recto se elevó abruptamente una pared vertical y un ruido ensordecedor, cubrió sus oídos con un estruendo espantoso. Allí a pocos meno de dos metros se elevaba como un encaje blanco: una catarata. Tambaleándose se internó hacia la caverna en la cual desembocaba el río en el cual volvió a sumergirse. Logró traspasar la caída de agua y se desplomó sobre el roquerìo.

Después de dormir unas tres horas, según lo había calculado, bajo su vista se extendía el más de los hermosos parajes, visto por hombre alguno. Este incentivo fue suficiente para zambullirse y observar como florecía la vida como un caudaloso río amazónico. Angosto en su primera fase, su perímetro permitía visualizar la escasa profundidad. Animado con la posibilidad de encontrar vida.

Pintado con el pincel de Van- Goth o Rembars la majestuosidad de ese mundo submarino estaba decorado por corales rojos, blancos y anaranjados, formando hileras interminables a lo largo y a lo ancho de una sinuosa pared rojiza. Inmensas y coloridas algas dibujaban el perfecto mar terrestre unido al enigma espacial. Si ello era capaz de subsistir en ese colosal inframundo, él también y no tardó en encontrar el primer indicio de vida. Cerca divisó una abertura de proporciones le permitió ver una centelleante luz. Emergió con rapidez y escuchó a lo lejos


Recordó su ausencia en el parto de Antonia. Una sensación que se había vuelto culpabilidad, más aún después de lo ocurrido. Ahora podría remediarlo de alguna manera.

Las contracciones de Maya aumentaron en intensidad, rápidamente. Jadeó y volteó su cabeza con expresión de un inmenso dolor. Mordió sus labios y trató de incorporarse para evadir de alguna manera el suplicio que le provocaba pujar una y otra vez, sin intervalos, ni pausas. Las psicones debían el trabajo de parto por varias horas. Con un sufrimiento incapaz de ser soportado por una mujer terrícola. Su umbral del dolor, superaba con creces al de cualquier otra raza y la anestesia era contraproducente para ellas. Maya recordó que Helena se opuso a inyectarle un calmante cuando nació Antonia. Finalmente utilizó una dosis ínfima de raditinina para relajarla, pero complicó la dilatación.

Maya, arqueó sus rodillas y abrió sus piernas para pujar con más fuerza. Tony sostuvo ambas piernas para observar la dilatación. Entonces le sugirió palpar la vagina y ella aceptó. Se acercó al río, se lavó las manos y retornó junto a ella. Introdujo su mano con delicadeza y cuidado, pero aquello no impidió que Maya diera un grito desgarrador. La desesperación de Tony aumentó. Hubiera dado hasta su propia vida por no verla sufrir tanto. El canal de nacimiento estaba hinchado y enrojecido. En labios superiores e inferiores sobresalían las verrugas características de los psicones. Poco a poco fueron abriéndose para dar paso a la cabeza del niño. Él percibió que aquello producía un increíble dolor a medida que su tamaño aumentaba.

Maya, empapada en sudor, un rostro, color púrpura por el continuo esfuerzo; sus senos abultados y su frágil cuerpo, la convertían en un ser vulnerable, pero hermoso. Tony, observaba como aquella mujer que adoraba, daba vida a su hijo, a pesar de que sus lágrimas se deslizaban como un torrente silencioso y enterraba sus manos a la arenilla que bordeaba el río. Su angustia pareció aliviarse cuando Tony vio asomarse la cabeza de la criatura, envuelta en un espeso líquido. Ella sostuvo sus piernas en tensión y un alarido que estremeció el lugar dio vida a un robusto y fuerte varón. Su herencia terrestre era evidente. Ningún rasgo psiconiano, excepto algunas manchas en su cuerpo.

El pequeño lloró en los brazos de su padre y extendió sus manos y pies para demostrar la energía de estar vivo. Tony se lo entregó a su madre, ella lo abrazó, llevándolo a su pecho y acariciándolo.

Mi hijo es el ser màs lindo de este mundo- exclamó Tony con inmenso júbilo.

Él se acercó a la cabecera de su esposa y le dio un beso. De pronto reparó en que ella, seguía transpirando y el dolor no cesaba. Maya tenía los ojos cerrados y su boca entreabierta sin dar signos de conciencia. Él giró su cabeza y acercó sus labios para reanimarla, pero en sus brazos ella se dobló hacia atrás como un muñeco de trapo y su cuerpo estaba completamente inmóvil

-¡Maya... reacciona por Dios!- gritó con todas sus fuerzas. ¡Responde!. Tony la tomó de los hombros y la levantó hacia él con desesperación.

Miles de recuerdos y momentos inolvidables rememoró en sólo segundos. Imágenes grabadas en su memoria que parecían haber sido borradas con el tiempo...Una figura desgreñada, cubierta de polvo y lágrimas detenidas por el sueño inquietante. Así, de esa manera tan extraña y paradójica, había descubierto el amor. Helena lo llamó para que se asegurará de que la bienvenida a la nueva habitante de la base fuese cálida y se sintiera apoyada por todos. Sin duda, que ese mismo momento le confirmó que lo diera por hecho. Con eso le bastaba para creer en el amor a primera vista.

-No me dejes. Te amo- susurró, suplicándole.

Maya, como quién despierta de un profundo y confuso sueño, débilmente se aferró al brazo de Tony y le confirmó que aún seguía con contracciones. Ninguno de los dos se atrevió a confesar lo que pensaron. Sería una bendición, pero dadas las circunstancias la situación, era una carga no prevista. La noche caía, implacable sobre ellos. Sus roídas ropas no les permitiría soportar el frío que comenzaba a sentirse gélido e implacable. Maya, comenzó a retorcerse de dolor y respirar agitadamente. Un halo de su respiración gélido exhaló de su boca. Asì confirmó que estaba en grave peligro si él no lograba abrigarla y mantenerla temperada el niño y su madre corrían grandes riesgos

-El niño...Tony, ayúdame- jadeó Maya, como si su esposo estuviera alejado de su lado. No puedo sentir al niño. Tengo mucho frío...

-Càlmate, estoy aquí. Lograremos salir de esta nueva prueba. Te lo prometo- le aseveró con firmeza.

A pesar de su dolor, Maya no olvidaba la causa de estar allí. Bajo la intemperie. En un lugar desconocido donde la tierra estaba erosionada con el transcurrir del tiempo y dispareja en su formación. Inmensas murallas de caliza, granito y arcilla se levantaban imponentes. Sus formas irregulares aparejaban todos los riscos, envolviéndola en tinieblas infernales. La infelididad humana, la traición del ser amado, el brazo caído de quien cree tenerlo todo. En un acto de locura, abrazó a su hija. Guardó lo necesario para subsistir y sin autorización previa se arrojó al infinito. Ahora no se explicaba como Tony, estaba a su lado. Seguramente, aún guardaba un poco de amor para ella. Espiritual o carnal, ya no importaba. Sólo se encontraba en el lugar y momento preciso para ver a sus hijos y luego alejarlos para siempre. Ya era un hecho, lo había decidido y no daría vuelta atrás. El inmanente frío del lugar era tan evidente como el corazón de piedra que le podía ofrecer.

Tony, la rodeó con su cuerpo y lo fuertemente en ella para sentirla de nuevo y abrigarla. Entrelazó sus piernas a su alrededor. Sus manos se deslizaron con rapidez para temperarse con la suave y deliciosa sensación: el calor humano. Dos cuerpos unidos que jamás debieron separarse. Sin afanes mórbidos, sintió placer. Pero, Maya no tenía intenciones de volver a ser suya y sajó sus piernas del yugo carnal. En ese momento, Tony actuó como el hombre dueño de su mujer y apretó sus muslos, haciéndola sentir la fuerza de su pelvis en su cuerpo.

-¡Prefiero, estar muerta!...- gritó la psicon.

Caído de quien cree tenerlo todo. En un acto de locura, abrazó a su hija. Guardó lo necesario para subsistir y sin autorización previa se arrojó al infinito. Ahora no se explicaba como Tony, estaba a su lado. Seguramente, aún guardaba un poco de amor para ella. Espiritual o carnal, ya no importaba. Sólo se encontraba en el lugar y momento preciso para ver a sus hijos y luego alejarlos para siempre. Ya era un hecho, lo había decidido y no daría vuelta atrás. El inmanente frío del lugar era tan evidente como el corazón de piedra que le podía ofrecer.

Tony, la rodeó con su cuerpo y lo fuertemente en ella para sentirla de nuevo y abrigarla. Entrelazó sus piernas a su alrededor. Sus manos se deslizaron con rapidez para temperarse con la suave y deliciosa sensación: el calor humano. Dos cuerpos unidos que jamás debieron separarse. Sin afanes mórbidos, sintió placer. Pero, Maya no tenía intenciones de volver a ser suya y sajó sus piernas del yugo carnal. En ese momento, Tony actuó como el hombre dueño de su mujer y apretó sus muslos, haciéndola sentir la fuerza de su pelvis en su cuerpo.

-¡Prefiero, estar muerta!...- vociferó la psicon.


Enterró las uñas en el pecho del hombre y dejó escapar su ira y el sufrimiento que estaba experimentado. El dolor intenso fue un aguijón enterrado en carne viva, gritó, aulló y Tony se aferró a ella con ímpetu incontrolable.

-¡Mírame, mírame! - la encaró, afirmándole la quijada. Tú no puedes causarme dolor, porque te amo demasiado y soy capaz de cualquier cosa para que lo entiendas.

Maya, clavó los ojos inyectados de ira y mordió su piel. Tony apretó sus labios hasta no sentir nada, apegó su cabeza en el rostro de ella, como signo de sumisión y gimió suavemente. Ella entrelazó sus brazos alrededor de su cuello y sucumbiò al cariño incondicional que su esposo le demostraba. Ahora, èl percibiò


En aquel momento la fusión fue total y el bebé fue expulsado por el recto de su madre, envuelto en un fluido blanquecino. La enormes manos de su padre, recibieron a la diminuta niña que al mirarla, los ojos de ambos se extasiaron con su semblante, limpio y maravilloso. Los rasgos terrícolas habían desaparecido, pero ciertamente era su madre, mirándose en el espejo. La dejaron, junto a su hermano, cubriéndolos con una frazada que pertenecía a Antonia. Tony, pensó que jamás volvería a encontrarse con su hija, pero no se atrevió a decírselo a Maya, quizás removería la rabia que ella expresaba, después de todo el largo suplicio había terminado y del griterío aberrante, sellado como una tumba que nunca se abriría, y sin embargo, seguía siendo cómplice del averno donde estaban. Sus caras se enrostraron, nuevamente. Maya, con un gesto desconcertante, acarició las mejillas de Tony. Un suspiro, reemplazó a mil palabras y de un "beso atrincherado" como versa una canción les devolvió el amor. Con voz aterciopelada, susurró:

-Dijiste que no sentirías dolor, si te torturaba.

-Si quieres morderme los labios. Adelante - sugirió con ironía.

-Precisamente, no es lo que tengo en mente. Acuéstate y descansa, tengo una sorpresa que nunca olvidarás.

Aún en el microcosmos o macrocosmos la voz de la mujer amada ovnibula el pensamiento y la razón. Es una flecha, disparada con vehemencia y su disparo es certero, derribando los razonamientos lógicos.

Se recostó y cerró los ojos. Presentía que su insistencia para forzar la situación empeoraría las cosas y dada la ocasión su mayor propósito era recuperar su amor. Cualquier paso en falso en la guerra o en el amor, aquí no estaba permitido.

Bebió, aliviado el agua que Maya extrajo del caudaloso y cambiante río. Su impía percepción le recordó que al mirar por primera vez esa maravilla oceánica el líquido era translúcido como las alas de un ángel. De eso estaba seguro. Ahora la noche cubría las artimañas de los microscópicos habitantes nocturnos y la escasa luz que penetraba por una grieta, sólo permitía distinguir la tenue y bien formada silueta de su mujer. Por un momento, intuyó que algo se movía detrás de las franjas de riscos, como el crujido de una puerta oculta. Aquello, sin duda, le pareció imposible y cayendo en un profundo sueño, después de beber el último sorbo se durmió, sin pensar lo desagradable de su despertar.

Al abrir sus ojos vio a Maya, vestida sensualmente y dos mujeres la acompañaban. Sentía el cuerpo paralizado de la cabeza a los pies.

-Sucumbiste y traicionada por un terrícola, sólo que Paul Morrow no volvió a tener noticias de su amada Sandra.

-Es una buena mujer y mejor amiga en la base. No quisiera recordarle un capítulo angustioso de su vida, querida hermana- refutó Maya.

¡Hermana!- gargajeó, Tony, eyectando la voz desde sus ganglios.

Su esposa lo miró, fijamente, asumiendo la situación y dejando a un lado a su hermana. Un breve silencio reinó en la sala, interrumpido por un golpe parsimonioso y continuado. Las puertas correderas se abrieron mecánicamente.

Tony, estaba amarrado de manos y pies. La plataforma que lo sostenía se deslizó hacia el cuarto contiguo y comenzó a bajar, dejándolo suspendido en el aire por un momento. No sintió miedo. Maya lo miraba irresoluta, quizá porque ella tampoco, sabía lo que sucedería. El poder mental de su hermana era poderoso, dominándola hasta el punto de entregarles a sus hijos.

-¡No podré hacerlo. Te lo dije! En mí no existe maldad para él- articuló Maya, cadenciosamente.

Mauda se volvió hacia ella y mordazmente, continuó la conversación.

-Me estoy cansando. Te concedí el gusto de reemplazar ese frío armatoste por esta mullida cama.

En efecto, el enclavado paraninfo descendió y subió un confortable lecho de dos plazas con un cubrecamas de satín, rojo brillante. La rígida espalda de Tony se relajó al sentir la suavidad que provocaba el suave género, pero no olvidaba las amarras que coartaban su libertad. Movió los ojos de un lado a otro, tratando de captar todo lo contenía la habitación. Cubierto de objetos y joyas invaluables, rememoraban los fastuosos tesoros descubiertos por el hombre. Todos recordaban las civilizaciones antiguas que reinaron algún día en la Tierra y al parecer su barbarie, pues Maya, impulsada por su hermana sostenía un cuchillo, listo para ser enterrado en su carne. Agitado balbuceó:

-No eres tú...no...serías incapaz de hacerme daño-

Las manos temblorosas de la psicon, contuvieron su miedo y con decisión de hierro se acercó a las piernas de Tony. Debía enterrar la daga en sus genitales para purificar su pecado. Rígida y poseída por la ira el ritual se consumaría.

-Debo hacerlo, debo ha... -cer...-lo- repitió como una máquina a la cual dominaban completamente.

Levantó el cuchillo, sus manos seguían temblando. Mauda a su lado continuaba, dirigiendo su títere.

-¡No! - gritó Tony.

El tiempo se detuvo. No había escapatoria. Entonces miró fijamente a los ojos de Maya. Él ejercía más fuerza sobre ella que su hermana. Su mirada reflejaba el control absoluto sobre ella. Maya se detuvo en el instante.

¡Yo lo haré...dejaré estéril a este bastardo que tanto te ha hecho sufrir-

La mujer arrebató el cuchillo de la palpitante mano de su hermana. Abordó su tarea con febril entusiasmo. Maya reaccionó como quien despierta de una nefasta pesadilla y de una patada, derribó a Mauda, azotándola contra la pared. Varias reliquias golpearon su cabeza, dejándola inconsciente.

Una de las guardianas recogió el puñal para terminar la tarea de su reina y lo lanzó hacia Tony. Ni siquiera, Maya podía evitar el trágico desenlace. La puerta principal se abrió y en una proeza extraordinaria de Paul Morrow, dio vuelta al destino.. Con una agilidad rapaz, detuvo el cuchillo en el aire.

-¡Lo tengo! - alardeó con voz triunfante.

Luego, le tendió mano a Maya para incorporarse. La segunda guardiana la había golpeado con un pesado jarrón, sin tiempo a que pudiese recobrarse para socorrer a Tony.

-Mauda me contó muchas cosas sobre su hermana, pero jamás se refirió a su belleza y un rostro así un hombre no lo olvida. Este mortal tiene suerte. Tu cara me es familiar, desde que dejaste a Antonia con Mauda. Buen plan tenían...pero lo amas demasiado, incluso más que a ti misma.

-Desata a mi esposo, Paul- inquirió Maya.

-¡Con gusto! - reafirmó con alegría.

Tony se incorporó con lentitud hasta lograr que sus músculos y articulaciones se desentumieran y la sangre circulara en èl. Maya lo abrazó y le dio un beso acariciando su espalda y cabello.

-Lo dicho. El hombre corre con suerte- agregó Paul.

Con su característico, sentido del humor, Tony ganó inmediatamente la confianza de Paul.

-Por un momento supuse que tendría una voz más fina- aseveró Tony con sarcasmo.

-Los hijos de la madre Tierra, nunca pierden su humor- dijo, sonriente el recordado alphano. Ahora deben salir de aquí. Si Mauda recupera el conocimiento no vivirán. Confío en estos guardianes. Las esclavas de Piri, siguen sólo las órdenes de ella...Mi querida esposa.

-¡Piri! - exaltó, Maya asombrada.

-Es una historia larga, pero insisto tu rostro me es muy familiar- convino Paul.

-¡Volverás a Alpha con nosotros!- afirmó Tony.

-Si te vistes- le recordó Maya.

En tal situación, pocas veces se repara en la desnudez de un hombre. Mientras le entregaba un traje negro con un ajustado cinturón y una chaqueta con el logo de la NASA. Se dirigió a ambos.

-Yo decidí al igual que tu amar a una psicon y quedarme con ella hasta el fin de los días. Nunca relaté lo sucedido a ningún alphano. Yo era su salvación en este planeta rojo. El enigmático Marte, al menos para todos ustedes. Quiero que le lleven esto a Sandra y esta carta. Ella comprenderá y le explico mi relación con Mauda. Díganle que aún la quiero y me perdone...sus hijos están en la nave.-

Una pequeña cruz de marfil y un papel envuelto le entregó a Tony. Rápidamente dos jóvenes los acompañaron a la rampa giratoria, extensible a lo largo de la base.

Las luces rodeaban las naves preparadas para el despegue. A los lejos Morrow, movió las manos para despedirse. A su lado estaba Mauda, custiodada por un guardia.

En el tren de alunizaje, cuya cúpula estaba resguardada por un gran vidrio, Maya leyó estupefacta: ESTACIÒN DE DESPEGUE. PLANETA PIRI. En letras más pequeñas decía: "subterráneo de Marte" Maya y Tony subieron a una nave oblonga con circuitos electrónicos de avanzada tecnología. Entonces miró a los guardianes. Ilusión, verdad, alucinación. A veces deseamos tanto ver a nuestros seres queridos que ya no están, sin importar el costo. Ella quería, profundamente a su hermana y rememoró el momento en que su padre la exilió por enamorarse de un hombre que no era ideal para él. Vagas imágenes vinieron a su mente. Mauda aferrada a su madre, suplicándole que interviniera por ella para quedarse en Psicon. Sin embargo, Mentor, su respetado padre, era implacable al tomar decisiones y Mauda se marchó con un peculiar ser humano. Su cabellera rubia y espesos bigotes le llamaron la atención. Ese hombre era Paul Morrow, encontrado casi muerto en un águila.

-Era fácil enamorarse de los hombres terrenales- pensó.

Al despegar, tomó la mano de Tony y dieron marcha a su viaje con las manillas de control.

Antonia, apareció y le tapó los ojos a su padre con dulce picardía y le dijo:

-¡Sorpresa, ¿adivina quién soy?

-Una viajera espacial, muy pequeña, llamada Antonia- respondió Tony, mientras una lágrima caía sobre la mano de su mujer.

Ella experimentó una sensación distinta, el fluir de su sangre y un alma que verdaderamente ama.

-¡Vivir contigo, mi amor es una: "Bendita tortura"!- le dijo y besó su mejilla.


This is the last story in the "Hiedra" series. Previous story
Copyright (c) 2004. Reprinted with permission.
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Space:1999 is (c) 1976 by Carlton International Media.
All stories are the property of their respective authors.

Database last modified in 2018.

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