Space:1999 Fiction Archive

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Maya, la hija de Mentor

Authors: Verona
Categories: Tony/Maya
Episodes: Set after The Metamorph
Show Year: Y2
Rating: PG
Date: 2011
Maya es rescatada de su planeta y llevada a Alpha, pero los habitantes de la base no han recibido la noticia de buen grado. Una situación inesperada desencadena en Maya una reacción que pone en peligro su vida y la del personal de seguridad.

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Todos en Alpha estaban conmocionados por los últimos sucesos. El personal se hallaba abocado a reparar los daños que el ataque Psychon había provocado en la base. El doctor Ben Vincent estaba a cargo del centro médico con al menos una veintena de personas heridas que atender. Se sentía exhausto, pues prácticamente no había dormido; lo único que lo animaba era el hecho de que no había que lamentar fallecidos durante el ataque, aunque lo entristecía saber de la muerte de los dos pilotos. La doctora Russell le había informado de ello en comunicación directa desde el águila que regresaba a la luna y de la llegada de una habitante del planeta que colapsaba hacia su destrucción total. Realmente no era una noticia que lo entusiasmara, tenía la sensación de que aquello era un gran error del comandante Koenig y se dio cuenta de que un sentimiento involuntario de rencor se gestaba muy dentro suyo.

Tony Verdeschi irrumpió en su consultorio. Era evidente que estaba tenso y cansado.

_ Hola Doc - dijo - ¿Tienes la nómina de los heridos que te pedí?

_ Sí, Tony - respondió - Y también el informe médico. Ninguno reviste gravedad, por suerte; de todas maneras el Centro Médico está colmado. Tengo a todo el personal en actividad.

-¿Ya hablaste con Helena?

- Sí, hace unos minutos, Sandra me comunicó con el águila. Parece que todos están bien, pero el comandante tiene algunas quemaduras y... no sé cómo llamarla... el ser... ¿la extraterrestre?... Bueno, ella también está herida, aunque no sería grave.

-Sí... Lo sé.

Tony se quedó pensativo por algunos segundos, consciente de que el médico y él compartían en cierta forma, un sentimiento de desaprobación por la decisión de John. La noticia de que el comandante había rescatado de la destrucción del planeta Psychon a la hija del responsable de los ataques a la base y de la muerte de dos pilotos, ya circulaba entre los alphanos, y los ánimos no estaban del todo bien. Tony sabía que se enfrentaban a un gran problema. El malestar de la población de Alpha se percibía en todas partes. Por otra lado, como Jefe de Seguridad, debía asegurarse de que la mujer psychona no sería una amenaza, después de todo pensaba, "de tal palo, tal astilla..."

Su computadora portátil sonó alejándolo de sus pensamientos. El águila estaba aterrizando.

_Bien Doc... Vayamos al túnel. Acaban de descender.

El doctor y una enfermera siguieron a Tony hasta el túnel de viaje. Dos guardias de seguridad estaban aguardando en la entrada.

Las puertas se abrieron y el comandante avanzó hacia ellos con la misma energía de siempre. Era envidiable su autocontrol aún en los peores momentos. Detrás lo seguían Allan y Bill quien se arrojó impaciente a los brazos de Anette; ella era su esposa desde hacía un par de meses y lo había estado esperando deshecha en lágrimas. El cuadro era comprensible y a la vez conmovedor, pero a Tony le pareció toda una cursilería.

Bienvenido John... - dijo Tony, dándole una palmada en el hombro.

-¿Todo en orden?- preguntó el comandante.

-Bueno... Hemos sufrido algunos daños, tenemos 23 heridos y mucho nerviosismo entre el personal. Lo siento, pero la noticia de la mujer psychona se ha regado por toda la base y no ha sido muy bien recibida.

-No te preocupes, me encargaré de ello lo antes posible.

- Hay algo más... Ellen Wood tuvo un ataque de histeria por la noticia de la muerte de Picard. Ella y él... Bueno, tú sabes que ellos tenían una relación muy estrecha. Vincent le aplicó un sedante, pero creo que cuando despierte...

Tony no supo si terminar la frase. Lo que Ellen sentía, de alguna manera él también lo experimentaba. Conocía a Picard desde hacía tiempo, muchas veces jugaron cartas, y habían entablado una amistad. Se sentía angustiado y enfadado al mismo tiempo; aún no podía creer que él había muerto y tenía que reconocer que la llegada de la extranjera potenciaba sus sentimientos negativos.

John... - continuó, tratando de no sonar irreverente - ¿Por qué? Me refiero... ¡Dios! ¡Dos pilotos han muerto, Alpha fue atacada, ustedes casi no regresan, y aún así tuviste un gesto de humanidad con la hija de ese loco asesino de Mentor! No te entiendo...

-Tony... -lo interrumpió el comandante - Ella salvó nuestras vidas. Si no hubiera sido por ella, nosotros y todos en Alpha habríamos muerto.

-¿De qué hablas?

-Ella nos ayudó. No podía dejarla morir.

Tony no sabía qué decir. Ahora podía, en cierta forma, comprender la decisión de John, pero eso no aliviaba su ira.

El comandante se volvió hacia Helena que acababa de aparecer.

-¿Qué sucede Helena?- preguntó.

-Ella entró en shock y se desmayó. Estamos esperando una camilla para llevarla al centro médico.

-Helena - interrumpió el doctor Vincent - El Centro Médico está atestado de pacientes.

- Bien, entonces la llevaremos a mis habitaciones y allí curaremos sus heridas.

Tony se acercó a ellos.

-Un guardia los acompañará. - Dijo. - No quiero más sorpresas desagradables hasta que me asegure de que "ella" no intentará nada en contra de Alpha o sus habitantes.

-Tony. No creo que ella sea una amenaza y mucho menos en el estado en que se encuentra. Dijo la doctora Russell.

-Bueno, no voy a correr riesgos.

El comandante no discutió la decisión de Tony, después de todo, la seguridad de Alpha era su responsabilidad.

-Está bien, como quieras. Pero ningún guardia entrará en mis habitaciones.

-No hay problema. Permanecerá en vigilancia en la puerta, entonces. - respondió el italiano. Acto seguido, salió en dirección al Centro de Control.

-John... - dijo Helena - Tú también debes recibir atención médica.

- Oh, no es nada Helena, mis quemaduras son leves. No te preocupes, ni bien atienda algunos asuntos iré a la enfermería.

John también salió en dirección al Centro de mando. Tenía que ponerse al tanto de todos lo daños que había sufrido la base y preparar un discurso para todo el personal explicándole lo que había ocurrido en el planeta Psychon y de su decisión de rescatar a Maya.


Helena dio instrucciones de que una enfermera la asistiera en las curaciones de Maya. Después de quitarle la ropa y colocarle un pijama de seda, colocaron a la mujer alienígena sobre la cama. La quemadura de su brazo no era grave, pero aún no despertaba.

Ben sugirió que la Dra. Gloria Smith viera a Maya cuando despertara, después de todo ella era la psiquiatra de la base.

Cuando Maya despertó Helena y Gloria estaban a su lado. Ellas habían conversado largamente sobre su situación y aunque no estaban seguras de poder ayudarla, aguardaban expectantes a que ella despertara.

Lo primero que vio fue la luz sobre la cama. Todavía estaba confundida y sentía una extraña sensación en el pecho. ¿Aquello había sido un mal sueño? La decoración del techo de la habitación le reveló la peor de las verdades. No había sido una pesadilla. Ella no estaba en su mundo sino en un lugar extraño. Aquel reconocimiento provocó de inmediato una sucesión de imágenes aterradoras: el fuego, su padre, rostros de seres de otro mundo, volcanes en erupción... El miedo y la desesperación violentaron su cuerpo provocándole un agónico sufrimiento. Ella era plenamente consciente de su situación y experimentó un súbito e intenso deseo de morir.

-Maya...

La voz de la doctora Russell agudizó aún más su terror. Casi en un espasmo se incorporó. Quería escapar, pero ¿hacia dónde?

-Maya - nuevamente habló la doctora Russell - Todo está bien.

¿Todo está bien? Maya sintió que su corazón estaba a punto de estallar. Su respiración era irregular y difícil. Se estaba ahogando.

-Maya... Mírame, por favor.

Helena colocó sus manos sobre los hombros de la joven obligándola a fijar sus ojos en ella.

-Maya, sé que estás confundida y asustada.- Dijo - Pero vas a estar bien. Estamos aquí para ayudarte.

- ¿Puedes respirar? - preguntó Gloria.

Maya reaccionó sorprendida ante esa nueva voz. Desvió su mirada hacia un lado y vio a una mujer de cabello rizado y de piel oscura, que le sonreía con una tranquilidad increíble. Nunca había visto un ser de piel tan morena y no pudo evitar su asombro, el que se sumó al terror paralizante que experimentaba en ese instante. Instintivamente movió la cabeza en señal de negación. Realmente el aire no entraba en sus pulmones y su ritmo cardíaco estaba al límite. No podía hablar. Era tanta la opresión en su garganta que sentía que su muerte era inminente.

Helena se sentó en la cama y tomándole las manos volvió a hablarle.

-Maya. Ella es la doctora Gloria y está aquí para ayudarte. Sé que puede ser difícil para ti en este momento, pero debes relajarte, respira profundo y lentamente... Vamos, por favor, haz el intento aunque más no sea una vez... Respira lento y profundo...

Sin saber bien porqué, Maya intentó lo que la doctora Russell le pedía. Tomó aire y lo expulsó lo más lentamente que pudo, pero entonces sintió una oleada irrefrenable de llanto. Sus lágrimas corrieron desesperadas por su rostro pálido y su corazón se inundó de una dolorosa angustia. Lloró como una niña pequeña. Lloró como nunca antes lo había hecho. Lloró desconsoladamente por varios minutos perdiendo la conciencia de que allí estaban las dos mujeres terrícolas. Fue un desahogo doloroso que exponía su nueva realidad. Estaba sola, completamente sola en una luna viajera, con seres de otro mundo. Su planeta, su padre, su gente y su vida ya no existían. Sin poder controlar sus pensamientos, las imágenes de su planeta colapsando se sucedían una y otra vez. La desesperación y el miedo que sentía eran tan fuertes que estaba segura de enloquecer sin remedio. De repente, la tensión de su cuerpo cayó abruptamente y se desplomó en la cama. Entonces hundió el rostro en la almohada temblando de dolor y agotamiento y se quedó dormida.

John Koenig esperaba que su discurso tranquilizara a la población de Alpha. Había explicado con detalles todo lo que había sucedido en Psychon y cómo él había provocado la liberación de la energía que causó la destrucción total de aquel planeta. Reconoció que la ignorancia sobre la tecnología psychona y su instinto de supervivencia lo llevaron a cometer aquella imprudencia letal, y que esa había sido la razón para no dejar a Maya morir allí. Por otra parte, ella también les había salvado la vida. Por último, pidió que tuvieran compasión para la hija de Mentor y pidió un minuto de silencio por las muertes de los pilotos.

Tony, como todos los demás, había oído atentamente la historia de John, pero no estaba seguro de que la gente en Alpha pudiera ser compasiva con la mujer psycona. Por otra parte, Alan le había contado sobre la capacidad de transformación molecular que ella era capaz de realizar, y eso le había sumado una preocupación más. ¿Qué sucedería si aquella mujer al tomar consciencia de su situación, se volvía en contra de Alpha? Después de todo, John le había prometido que Mentor no sufriría si ella lo ayudaba, pero el final no había hecho lo acordado y ella podía estar tan disgustada que podría intentar algún tipo de venganza.

-¿Y si ella resulta ser una amenaza? -Le dijo a John - ¿Si se convierte en una criatura capaz de matarnos a todos?

-Tony, entiendo tu preocupación. -Respondió el comandante - No creas que no he pensado en ello. Toma todos los recaudos que consideres necesario hasta estar seguros.

Tony se sintió un poco más tranquilo con la actitud del comandante y agradecido por la confianza que éste depositaba en él. De todas formas, no había estado cruzado de brazos esperando la autorización de Koenig y ya había hecho algunos arreglos de máxima seguridad. La extraterrestre estaría vigilada por guardias, pero él personalmente se encargaría de observar todos sus movimientos.

Cuando llegó a las habitaciones de Helena, encontró al guardia en su puesto, tal como él lo había ordenado. Lla doctora Gloria Smtih, salía en ese momento.

-Sr. Verdeschi - dijo ella al verlo.

-¿Cómo está, doctora? ¿Todo en orden?

-Mmmm... Ella duerme. Está muy conmocionada por lo sucedido, y no es para menos. La doctora Russell está con ella. Yo volveré mañana, a menos que me necesiten antes.

-¿Cree que ella podrá estar tranquila y controlada? - inquirió Tony.

-Bueno, eso no lo sé. Ella no es de nuestra raza y no sé si su psicología es similar a la nuestra. Pero de algo estoy segura y es que hasta el momento ha reaccionado emocionalmente como uno de nosotros.

-¿Reaccionado emocionalmente?

-Sí, me refiero a que ella presenta reacciones normales para lo que está viviendo. Llanto, temor... En fin, está realmente aterrada, como cualquiera de nosotros en su situación.

- ¿Cree que puedo entrar? - preguntó Tony.

-No veo porqué no. -Respondió la psiquiatra - La doctora Russell está con ella.

Tony activó la apertura de la puerta y entró en la habitación. No sabía si Helena estaría de acuerdo con su visita, de manera que se detuvo en la entrada.

Helena lo vio entrar y asintió.

-Pasa Tony.

-Gracias, Helena. - Dijo avanzando con cierta prudencia mientras sostenía en alto una especie de brazalete - Necesito que le coloques esto.

-¿Qué es eso, Tony?

-Es un dispositivo de rastreo.- Respondió - Quiero asegurarme de que todos sus movimientos estén controlados.

-Hmmm... Bien, como tú digas. -Dijo Helena- Dámelo.

Helena tomó el brazalete e intentó colocarlo en la muñeca izquierda de Maya.

-No puedo cerrarlo, Tony - dijo - ¿Debo presionar muy fuerte?

-Déjame hacerlo, Helena. -Ofreció él.

Tony se acercó a la cama y con un rápido movimiento cerró el brazalete. Fue entonces que reparó en la fragilidad de aquel brazo y la delicada forma de aquella mano cálida. Casi por instinto sus ojos fueron en dirección a la almohada. Nunca hubiera imaginado que el rostro de aquella joven jamás se borraría de su mente. Ella era realmente hermosa. Su piel blanca, sus labios rosados y las particulares características psychonas fueron una bellísima revelación. Se quedó viéndola con una curiosidad infinita y desconcertante.

-Ella es Maya. - Dijo Helena, consciente de la inesperada reacción que la joven había causado en el Jefe de Seguridad. -

Tony no podía quitar la vista de ella. Asintió con un movimiento involuntario y se obligó a retroceder unos pasos.

Helena observó sus movimientos en silencio, casi adivinando sus pensamientos y no pudo evitar sonreír ante el impacto que revelaba haber sufrido Tony.

-Es muy bella, ¿verdad? - Dijo, entonces.

Tony no hizo ningún comentario al respecto, pero se dio cuenta de que Helena había advertido su impresión. Lo último que deseaba era quedar como un tonto delante de ella, así que pensó en una salida airosa que lo reivindicara.

-Pienso que es... muy extraña. - Hizo una pausa y luego activó el rastreador desde su portátil. Luego agregó: - Si por alguna razón necesitas quitarle el brazalete, me avisas.

-De acuerdo, Tony.

Tony prácticamente huyó de allí. La verdad era que esa mujer psychona le había causado una impresión inesperada. Él no había imaginado que fuera así; en realidad, en ningún momento pensó en cómo sería, pero la verdad era que le pareció una mujer bellísima y al mismo tiempo la vio frágil, vulnerable. Como Jefe de Seguridad, no podía darse el lujo de ablandarse por una primera impresión. Tal vez ella podía convertirse en una monstruosidad, según había dicho Allan, de modo que debía erradicar de su pensamiento aquella imagen y mantener una actitud fría y objetiva.

Después de que Tony se fuera, Helena decidió que ella también debía descansar. No estaba segura de que alguna enfermera quisiera cuidar de Maya y tampoco deseaba averiguarlo en ese momento, pues sabía que existía algún tipo de aprehensión hacia la recién llegada entre el personal. No deseaba dejar a Maya sola y tampoco le parecía una buena idea que el guardia que estaba en la puerta se quedara dentro de la habitación mientras ella dormía. Llamó a John para consultarle qué hacer, pero cuando oyó su voz se percató de que lo había despertado.

_ ¿Todo está bien, Helena?

-Oh... Sí, John. Todo está bien. Justamente eso quería decirte. Lamento haberte despertado... Vuelve a dormir, ¿ok?

-Gracias amor, realmente estoy exhausto.-Respondió él - Tú debes dormir también.

-Sí, ahora mismo. No te preocupes.

¿Y ahora qué? Se preguntó Helena. Miró a Maya por un instante y se le ocurrió que Tony podía ayudarla.

-¿Estás despierto, Tony?

-Claro... Dime, ¿pasó algo?

-Oh... No nada de eso. Yo sólo estoy muy cansada y me preguntaba si tú podrías detectar los movimientos de Maya, en el caso de que ella despertara.

Tony se quedó pensativo, preguntándose si Helena temía que Maya la atacara mientras ella dormía. Si eso era así, entonces él no estaba tan paranoico después de todo.

-Si intenta salir de la habitación sí.

-En ese caso, ¿podrías avisarme?- dijo - Necesito dormir un poco y saber que ella estará bien. No quiero que despierte sola, pues no sé cómo reaccionará.

Tony casi sonrió al percibir que Helena, a pesar de haber dicho que la extraterrestre no era una amenaza, ahora parecía algo preocupada.

-Si ella se mueve, yo lo sabré... Y te despertaré. - dijo en un tono tranquilizador -.

-Gracias Tony. - Respondió. - Que descanses.


Tony dejó su portátil sobre la mesa de noche. No iba a desvestirse por si debía acudir a socorrer a Helena. Pero él también estaba cansado, se recostó en su cama y no supo cuándo se quedó dormido.


Ellen Wood despertó en su habitación a mitad de la noche. La realidad de que el hombre que amaba estaba muerto se presentó en una oleada de angustia. Recordó su rostro, su sonrisa, la forma en que él le había hecho el amor hacía dos noches... ¡Él estaba muerto! Y ella se sentía desolada.

El comandante había ido a verla para darle las condolencias, pero ella no necesitaba su lástima sino a su Picard. Y esa mujer, la hija de ese loco alienígena estaba en la base. ¡Estaba en la base! Y lo peor de todo era que Koenig le había pedido compasión para con ella. ¿Compasión? Eso era una locura y al mismo tiempo una injusticia. Ella debía estar muerta porque el hombre que amaba también lo estaba. Ellen se sintió invadida por la ira, necesitaba que ella pagara por su dolor. Entonces una temerosa idea cruzó por su mente. ¿Sería capaz de matar a la alienígena? Se cubrió la boca para ahogar su llanto y su dolor diciéndose a sí misma que no era capaz de hacerlo. Pensó que era demasiado cobarde, pero no lo era para decirle lo que pensaba de ella. Se colocó la bata y salió de su habitación.

Los corredores estaban desiertos a esa hora. Ellen caminó con cuidado en dirección a la habitación de la Dra. Russell. Estaba decidida a ver a esa mujer. Estaba decidida a gritarle su dolor. Pero no había considerado encontrarse a un guardia en la puerta.

-Ellen, dijo el guardia sorprendido.- ¿Te sucede algo? ¿Necesitas a la doctora?

Ellen dudó un instante, pero finalmente respondió.

-Sí... Yo quiero hablar con la Dra. Russell.

El guardia notó su nerviosismo, pero pensó que era una reacción esperable por lo que le estaba pasando; de todas maneras la doctora estaba durmiendo y se preguntó qué debía hacer.

-Ella duerme ahora Ellen - dijo - ¿No deberías estar haciendo lo mismo tú?

Ellen se echó a llorar cubriéndose el rostro y el guardia sintió mucha pena por ella. La tomó de los hombros atrayéndola hacia él.

-Lo siento muchísimo, Ellen.

- Gracias... Pero necesito verla, por favor - suplicó.

El guardia no tuvo corazón para negarse a llamar a la doctora.

-¿Si?

-Doctora Russell - dijo el guardia - lamento haberla despertado, pero está Ellen Wood aquí y quiere verla. No se ve bien.

-Helena hizo un gran esfuerzo por despertar. A pesar de estar tan cansada no podía negarse a atender a la pobre Ellen. No se había desvestido para dormir, así que se levantó y fue hasta la puerta. Antes de que pudiera salir Ellen Wood había entrado en la habitación y Helena no pudo detenerla.

- ¡Quiero verla! - gritó, y Helena no tardó en darse cuenta de que a quien buscaba era a Maya.

- Ellen... No puedes...

Ellen iba directo a la cama donde dormía Maya.

-¡Detente Ellen!

El guardia observaba atónito la embestida de Ellen. Helena trató de sujetarla del brazo para impedir que llegara hasta Maya.

-¡Ayúdeme! - Le pidió al guardia. -¡Ellen tranquilízate, por favor!

¡Quiero decirle lo que pienso, doctora! - Gritó Ellen Wood completamente fuera de sí, por el dolor y la ira.

-¡Tú! ¡Tú eres la culpable de todo! - Gritaba Ellen - ¡Tú, alienígena!

Los gritos de la mujer que forcejeaba con el guardia y la doctora en medio de la habitación despertaron a Maya.

-¡Ya basta Ellen! - gritó Helena.

- ¡No te queremos aquí! ¡No te queremos! ¡Deberías estar muerta como Picard y Torens! - continuó la mujer fuera de sí.

Maya no podía entender todo lo que la mujer decía, pero a juzgar por su comportamiento y por la escena era evidente que ella era el blanco de esas palabras.

Hellena y el guardia sujetaban a Ellen para evitar que llegara a Maya, mientras intentaban tranquilizarla. Maya estaba aturdida y muy asustada. ¿Acaso esa mujer quería matarla? Aquel pensamiento fue el disparador de su huida improvisada. La puerta estaba abierta, la mujer seguía gritándole cosas horribles y ella sólo quería correr. Y lo hizo. Fue directo hacia la puerta y una vez en el corredor corrió hacia ninguna parte, movilizada por el miedo que aquella situación le había causado.

Tony despertó con el beep de la alarma. El rastreador le avisaba que Maya había dejado la habitación de Helena. Tomó su portátil y salió de su habitación. Según el rastreador, la mujer psychona iba hacia él.

_ ¡Helena! ¿Qué sucede?

-Ellen Wood está aquí Tony - respondió ella - Ella está fuera de sí.

- La psychona salió de allí Helena...

-Sí, Tony... Ellen debe haberla asustado.

-No te preocupes... Ella viene hacia el sector D. Yo la detendré.

Tony dio aviso a los guardias sobre la huida de Maya e inmediatamente clausuró las aperturas de las puertas hacia otros sectores para asegurarse de que ella fuera directamente hacia dónde él estaba.


Maya no sabía hacia dónde iba. Corrió por el pasillo buscando una salida, pero las puertas laterales no se abrían. De pronto dos guardias armados le bloquearon el paso. Uno de ellos le gritó que se detuviera y avanzó hacia ella apuntándole con su arma. Maya reaccionó al ataque transformándose en un felino salvaje. El guardia no alcanzó a disparar y cayó bajo el peso del animal. Forcejeó con él, pero no pudo resistir a su ataque. El tigre le clavó los dientes en el antebrazo y luego huyó, dejándolo herido en el suelo.

-¡Sr. Verdeschi! ¡Ella atacó a Stevens! - comunicó el otro guardia por el portátil. - ¡Se dirige al sector D!

- Lleva a Stevens al centro médico - le ordenó - Yo me ocuparé de la mujer.

Tony no podía creerlo. Lo que había temido estaba ocurriendo. La alienígena estaba fuera de control y era una amenaza para la población alphana.

Mientras tanto Helena había llamado al comandante para informarle de lo sucedido. Cuando él llegó a las habitaciones de Helena, Ellen Wood se hallaba dormida en el sofá.

-Le di un sedante. Ella estaba fuera de sí.

-¿Tony se comunicó?

-Sí, John... Uno de los guardias fue atacado, pero pienso que no lo ha hecho intencionalmente. Ella está asustada...

El comandante utilizó su portátil y contactó a Tony.

-¿Ya diste con Maya?

-Aún no John, pero ella viene hacia aquí. Le coloqué un rastreador. Haré que llegue al observatorio.

-Tony, no quiero que le hagas daño. - Ordenó Koenig. - Sólo intenta calmarla y avísanos. Helena se encargará de ella.

-Entendido, John.

Tony estaba muy molesto. La psychona había atacado a uno de sus guardias, pero aún así él debía ser considerado.

El observatorio estaba en penumbras cuando Tony entró; él encendió únicamente la luz de la entrada y se refugió en el fondo de la habitación para aguardar a la extraterrestre. Un minuto después, la señal en su portátil le indicó que ella estaba a punto de entrar. Él esperó con el arma lista para disparar. Si ella intentaba atacarlo él no dudaría en usarla, de eso estaba seguro y no importaba lo que John pensara de ello.

Maya había vuelto a su forma habitual y corrió hacia la única puerta que estaba abierta. Apenas la hubo atravesado, ésta se cerró. Había caído en la trampa.

Tony esperó.

Maya volteó hacia la puerta sorprendida. Quiso volver a salir, pero la puerta no se abría. Su corazón latía con fuerza y su cuerpo temblaba involuntariamente. El miedo la consumía y no le permitía pensar con claridad. De pronto una voz la hizo estremecer.

-¡No se mueva! - Ordenó Tony.

Maya volteó hacia él.

-No le haré daño si usted se comporta.

Maya estaba aturdida. Aquel hombre apuntaba su arma directamente hacia ella. Su instinto de supervivencia le sugería defenderse y atacarlo, pero al mismo tiempo sintió miedo. Retrocedió sobre sus pasos sin voltear hasta que su espalda tocó la puerta. Miró a su alrededor buscando una salida, pero sólo halló penumbra. No había opción, debía defenderse.

Tony observaba a la mujer con el arma en alto, estudió sus movimientos intentando adivinar sus intenciones. Advirtió que respiraba de manera agitada, tal vez porque había corrido demasiado o simplemente porque estaba asustada. Avanzó hacia ella con sigilo, pero se detuvo al notar que la psychona fijaba su mirada más allá de él. Se preguntó qué intentaba hacer. Ella parecía buscar un punto lejano. La respuesta llegó abruptamente, ya no estaba frente a él esa bellísima alienígena sino una horrorosa criatura. Hubiera podido dispararle en ese mismo instante, de hecho ese fue su primer pensamiento, pero algo lo detuvo y retrocedió bajando el arma. Casi al instante se dijo que aquello había sido una idiotez, pero ya era demasiado tarde, pues la criatura se movió primero y se lanzó hacia él. Tony esquivó la embestida arrojándose detrás de uno de los escritorios y al verse a una prudente distancia levantó su arma, apuntó y disparó. El láser dio de lleno en una silla, pero fue suficiente para que la criatura retrocediera.

- ¡No se mueva o disparo! - Advirtió Tony.

Maya sintió que no era conveniente intentar nada más, después de todo, si analizaba la situación con algo más de frialdad, ella estaba en completa desventaja. Tenía dos opciones, rendirse o hacer que la mataran. De la dos, la última le causaba terror, pero al mismo tiempo sentía que tal vez fuera lo mejor. Sin más salida volvió a su forma natural. La transformación y el stréss le consumieron las fuerzas, al retomar su forma debió apoyarse en el escritorio que estaba junto a ella. Todo a su alrededor parecía girar. El mareo y el cansancio la exponían en toda su vulnerabilidad frente a su agresor.

Tony Verdeschi caminó hacia ella al advertir que estaba muy débil para intentar algo en su contra, sin embargo, no se acercó demasiado.

- ¿Está Ud., bien? - le preguntó.

Maya oyó aquellas palabras como si vinieran de algún lugar lejano, aún no podía enfocar su vista pues el mareo no cesaba. Hizo un esfuerzo por mirar a su agresor. Él estaba cerca de ella, pero no le apuntaba con su arma, de todas maneras sintió mucho miedo. Ella sabía que estaba indefensa en ese momento. Tal vez por instinto o tan sólo porque no tenía fuerzas, Maya cayó de rodillas ante al Jefe de seguridad. A esas alturas ya nada importaba. Maya estaba cansada, asustada y profundamente triste. Ella suplicó por su vida, no porque quisiera vivir porque en realidad ella deseaba desintegrarse y así aliviar su dolor, sino porque temía que aquel ser le causara algún daño y un mayor sufrimiento. Y lloró. Lloró sin consuelo...

Tony no esperaba aquello. No soportaba la idea de ver a alguien implorando piedad a sus pies. La imagen le parecía absurda, pues él no era un verdugo. A esto se le sumaba el hecho de que aquella mujer lloraba y no había peor cosa para él que ver llorar a una mujer. Tony no soportó más aquella situación y tomándola de un brazo la obligó a levantarse.

- ¡No!- Dijo severamente - Ud. No tiene que hacer eso. Yo no quiero hacerle daño.

A pesar de sus palabras, Maya no podía dejar de llorar. Todo su ser y sus fuerzas estaban debilitados por el dolor y el miedo. Ella ni siquiera podía controlar el estremecimiento de su cuerpo ni sus lágrimas. Sólo podía llorar y nada más.

Esa fue la primera vez que Tony sintió verdadera compasión por alguien. Jamás en su vida olvidaría aquel momento. Ella estaba tan cerca de él, asustada, vulnerable, inmensamente triste... Era algo doloroso de presenciar. Sin meditarlo, acaso por impulso, rodeó el cuerpo de Maya y la abrazó contra su pecho. Ella se dejó llevar, frágil e indefensa y se recargó sobre el pecho de aquel hombre extraño sin dejar de llorar.

Tony no supo cuánto tiempo sostuvo a Maya entre sus brazos. Ella tampoco. Tal vez fueron algunos pocos minutos, pero se sintieron como una eternidad. Tony estaba sorprendido por su gesto con la psychona y al mismo tiempo extasiado por el aroma de su cabello, de su piel... Ella era más hermosa aún en ese momento, a pesar de su estado. Maya por su parte comenzaba a tomar conciencia de la situación. ¡Ella estaba en los brazos de quien había querido matarla! Sin atreverse a separarse de aquel cuerpo cálido o quizás porque era demasiado tranquilizador estar aferrada a él, Maya comenzó a tranquilizarse. Los latidos de aquel ser eran rápidos y fuertes bajo su mano, le gustó el perfume de sus ropas y la manera en que él le acariciaba el cabello. Ella se sintió protegida. Cerró los ojos y aspiró lentamente el olor de su uniforme. Podría haberse quedado así toda la noche, pero el beep del comunicador de Tony rompió con la magia de aquel instante.

Maya se agitó apartándose violentamente de él y Tony la dejó escapar de sus brazos; por primera vez sus ojos se encontraron. El infinito azul de sus ojos húmedos y la oscura mirada de aquel hombre parecieron fundirse en un extraño reconocimiento. Él era realmente atractivo...

Tony no pudo apartar sus ojos de ella ni siquiera cuando respondió la llamada del comandante.

- Todo está bien, Jhon. - Dijo - Ella está aquí, en el observatorio. Ahora mismo voy a llevarla al alojamiento de Helena.

- ¿Está herida? - Preguntó el comandante.-

- No. Ella está físicamente bien, pero conmocionada.

- Entiendo, Tony.

Maya oyó aquella conversión en silencio sin apartar sus ojos de los de Tony. Se preguntó quién era. Cómo sería su nombre. Tony casi adivinando sus pensamientos le habló.

- Mi nombre es Tony Verdeschi. Usted, puede estar tranquila, pues no es mi intención causarle algún daño. Yo... voy a llevarla con Helena ¿ok?

Maya comprendió aquellas palabras excepto el "ok", de todas maneras supo que él no era una amenaza y asintió obedientemente. Minutos después, Tony llegaba con Maya al alojamiento de Helena. Allí también estaban el comandante y la Dra. Gloria.

- "Sana y salva". - Dijo Tony.

- ¡Maya!... ¿Estás bien? - Preguntó la doctora Russell.

- Sí... Yo... lamento haber atacado a ese hombre... Yo no quise...

- Oh... No te preocupes, él está bien... - La tranquilizó Helena - Sabemos que no fue tu intención.

Maya echó una mirada a su alrededor buscando a la mujer que le había gritado. Helena adivinó sus pensamientos.

- Ella no está aquí. No te preocupes.

- Ella quiere matarme...

- Oh... nada de eso. Ellen está confundida. Ya hablaremos más tarde al respecto. Ahora debes descansar.

Helena tomó a Maya del brazo y la condujo hacia la cama. Jhon y Tony cruzaron un par de miradas y ambos supieron que debían retirarse.

- Nos vemos más tarde, Helena. - Dijo el comandante.

Tony y Jhon estaban yendo hacia la puerta cuando Maya habló.

- Sr... ¿Verdesh...?

- "Verdeschi" - corrigió Helena.

Tony se detuvo y volteó al oír su apellido mal pronunciado y sonrió ante la aclaración de Helena.

- ¿Verdeschi?...

- ¿Sí?

- Gracias... - Dijo Maya -.

Aquella fue la segunda vez que sus ojos se encontraron, no tan cerca como hacía un rato, pero lo sintieron intenso, aún con testigos presentes.

- De nada... - Respondió él -.

A pesar de que intentó sonar solemne, el brillo de sus ojos, delataron cierta complicidad que no pasó inadvertida por las otras mujeres y el comandante. Tony esquivó la mirada de Maya y salió lo más rápido que pudo de la habitación seguido del comandante. Ella, por su parte, se quedó mirando fijamente a la puerta aún cuando ésta se había cerrado; por algo que ella todavía no comprendía sentía una curiosidad infinita por el jefe de seguridad, una sensación extraña y a la vez placentera se había quedado en ella desde aquel abrazo que la había consolado en uno de los peores momentos de su vida.


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