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El Todopoderoso

Authors: Pamela
Categories: Adventure
Show Year: Y3
Rating: PG
Date: 2007
Tony is in an extraordinary world without contact with Alpha. He encounters a creature called Feyde whose people he must release from the Dorcon yoke before he can return to Alpha.

This story is in Spanish.Click here to read the English translation.
Average Rating: No reviews.

Siempre en tierras extrañas encuentras algo sorprendente. Algo que inesperadamente se convierte en la fascinación del viaje. Hace varios años fue ese sorprendente planeta donde mi esposa enloqueció tratando de salvar nuestro amor y yo disfarié por la mujer más hermosa que he visto en mi vida. Incomprensiblemente el retrato perfecto de mi cónyuge. Ahora tendido bajo un álamo me rodean pináculos de tierra erosionada, cuyo margen está provisto de varias sendas sombreadas por pinares elevados, descendiendo hacia la costa y bordea el mar una arenisca blanca. El mar es verdoso y de un oleaje tranquilo. El aire puro e isleño. Las olas son ondulantes, crecen de una y mil formas, se mecen y bailan de día y de noche a la espera de la niebla que rodea el planeta al desaparecer la luz y entonces un manto oscuro alberga la oscuridad. En el último rayo de luz oía gritos altos y profundos, rompiendo a jirones la niebla sin saber de donde provenían.

En una de esas tardes solariegas y cálidas, adecuadas para recorrer y apreciar el paisaje, enfilé desde una orilla hasta la otra. Con paso lento y plañidero. Caminé y caminé sin sospechar que el atardecer se cernía sobre mí. Sólo sentí una estampida a lo largo e inmenso del paraje, un bramido ascendiendo desde lo más profundo del terreno. Entonces algo se elevó sobre el mar. Quedé perplejo. Atiné a chapotear por las olas hasta llegar a un cuerpo que flotaba con un vestido albo y asomaban tras es configuración alas rojas extendidas como un pavo real, pero inertes. Luego el mismo ruido comenzó a enardecer y ella deslucida por el ruido abrió sus enormes ojos verde esmeralda y dijo:

-Ayúdeme. No soy de este mundo.-

Los volvió a cerrar y sucedió algo insólito. Un millón de peces se elevaron y sumergieron súbitamente. Raro. Rarísimo, pero aún más, ella se convirtió en una diosa de luz, elevándose sobre un círculo de cristal y abriendo sus alas.

-Oí y vi tantas cosas en ti. Estuve cerca cuando me necesitaste, te consolé e imaginé mi vida a tu lado y sólo recibí promesas hasta que la muerte me alcanzó.

La muchacha rió y yo me estremecí.

Era un hermoso cuerpo, delgado, huesos marfilados, envueltos en una carne rosa pálida. Su pelo lleno de ondas llegaban hasta sus hombros y una aroma de cerezas exhalaba de su boca pintada del mismo color. Labios que apoyaban blancos dientes, sus cejas arqueadas de forma perfecta y su nariz diminuta, respingaba mirando la luna. Sus mejillas sonrosadas destellaban en la noche. Se movía con gracilidad en círculo y de pronto sentenció:

-Te volveré a ver sólo cuando lo desee-

Acto seguido rodé sobre una pequeña escarpada cercana a la cueva donde me protegía de las inclemencias del clima. El viento acrecentaba en los árboles y sus copas y contra la prolífica vegetación. Yo entré polvoriento y prendí fuego. Percibía a las aguas vociferar al compás de el y mi mente abarrotada, igual a una cápsula hermética pensaba en la muchacha y sus palabras.

-Te consolé e imaginé mi existencia junto a ti y la muerte me alcanzó-

Quién podría ser. Nadie en mi vida había muerto sin que yo entregara lo mejor de sí. O por lo menos así lo pensaba. Me consideraba un tipo inteligente. Todo el mundo creía en mí. No era vividor, ni mujeriego...ni malhechor...o por lo menos así lo pensaba.

Desde mi posición, inesperadamente, observé una lucecilla blanca y clara que envolvía un cuerpo centellante y luminoso sobre el álamo frondoso. Se movía inquieta, volando de aquí para allá. Me trataba de advertir algo.

De pronto una manaza atrapó mi cara, semejante a una pantera de ojos verde jade. Me miraba fijo, atacándome. Me revolvía, desgarraba mi ropa y sobre mí daba indistintos saltos. Me llevaba como una bola de pasto seco en la mitad de una tempestad. Arrastrado hacia afuera aullaba por mi rescate. Entonces un pájaro brillante, enorme y majestuoso se llevó a lo que parecía mitad hombre, mitad bestia.

De mi garganta surgió un ruido ronco. Con la mirada desviada, me llevé las manos a mi boca y cuerpo. Ensangrentado por completo, cerré los ojos y doblándome sobre sí mismo, vomité escupitajos de sangre. Dos veces. Un punzante dolor sobrevino en mi estómago. Me arrastré hacia el águila, alcé el brazo para alcanzar los controles y doblándome hacia adelante, tiré la mitad de mi cuerpo en la nave, dejando a mi alrededor cuajos de sangre. Moví las piernas, casi congeladas por el frío de la noche, flexioné y con un pie cerré la puerta principal. Abatido quedé a un costado de la cabina de mando. No tenía posibilidades de comunicarme con nadie y estaba desangrándome. Entré en schok y no sé cuanto tiempo pasó desde mi desvanecimiento y al recobrar la razón, extrañas criaturas me observaban. Insólitos sonidos articulaban, pero de algo estaba seguro. No me harían daño.

Aquellos seres se arremolinaron ante mí. Eran pequeños, indefensos, infantiles. Los mayores poseían facciones juveniles. Al parecer eran los mayores o padres de aquellos. Uno de ellos llamado: "El Instructor" dio órdenes de ponerme a salvo.

¡ Aprisa, este hombre está grave!

Miré la noche encendida por las candelillas fuera de la cueva, giraron alrededor de mi mente y el hombre aquel "Instructor", como uno de los seres lo había llamado, Armytton era diferente a los demás. Su mentón parecía una punta de bota afilada, cayendo simétricamente en el estrecho cuello. Medía más de dos metros y su nariz doblada como arco viejo.

La expedición avanzó conmigo, tendido en una improvisada cama de piel, maldiciendo la inadecuada iluminación. Pequeñas lámparas con luciérnagas dentro, habían sido repartidas a los veinte enanillos y un cargamento de láseres era llevado por ocho de los mismos. Armytton, caminaba siempre adelante y a mí me desplazaban al medio de ellos .

Perdí la cuenta hacia donde me llevaban. Sólo recuerdo que atravesamos un octogenario bosque, cubierto de inmensos árboles y helechos que alcanzaban nuestra altura Era una área desconocida. Luego un extraño gemido escuché desde dentro y después un acuchillante dolor doblegó mi cuerpo, perdiendo la conciencia.

Tras los cristalinos muros de aquella morada me encontraba en una amplia sala- quizá unos treinta metros de largo por la mitad de ancho. Pilares a lo largo de las paredes, uniéndose en un ángulo agudo con un techo transparente, ligeramente arqueado. Daba la sensación de un espacio mucho más angosto.

-Ahh, está este buen hombre - dijo un hombre entre las sombras. Me presento, soy el Barón Von Armytton, guardián de este lado del planeta.

El Barón avanzaba a lo largo de la sala como si flotara. Una máquina redonda con suspensotes alargados, lo llevaban de un lado a otro. Sus mejillas tambaleaban con un tic nervioso y lo cubría una enorme capa plateada.

- He observado mi estimado que has hablado con esa exquisita figura en medio del mar. Feyde y sus compañeras son nuestro peor problema. Ya no tienes. Escánequer, uno de los médicos robots las curó bien. Ahora debes descansar. Luego te explicaré como puedes ayudarnos.

A su lado avanzaba un ser de cabellos oscuros, peinado con bucles apretados, ojos sin párpados y ovalados, de silueta extremadamente delgada, pues la forma de su esqueleto, translucía a través de la túnica cristalina que llevaba puesta. Al igual que Armytton, flotaba en el aire con un deslizador ovalado.

El robot que acompañaba al Barón gesticulaba y realizaba ademanes con las manos para órdenes a las diminutas figuras que corrían de un lado a otro, obedeciendo al ser de túnica blanca. Él dirigía sus mentes con telepatía, asegurándose de que sus inquisitivos gestos fueran cumplidos.

-Los Sakios tienen que actuar bajo los mandatos de nuestro consejero y ministro- dijo Armytton, disculpándose de lo realizado por el individuo- Son seres considerados inferiores con la única misión de obedecernos, sin embargo también son responsables, simbólicamente. Feyde y las otras sirenas se han encargado de ello. Esos monstruos de forma perfecta que por la noche, luego de su infernal canto se convierten en aves nocturnas, atrapándonos... a la raza Dorcon, aparecen y desaparecen en forma de pajarracos gigantescos. Al principio pensamos que eran sólo un mito, pero mis más fieles seguidores escudriñaron en toda la faz del planeta, encontrando a una mortal moribunda. Falleció al ser trasladada a estas mismas dependencias. Le hicimos una autopsia. Tenía los pómulos y el cráneo fracturado y heridas internas. Había terminado con su vida, precipitándose al vacío cerca de la iglesia terrenal...

-¿ terrenal?... acaso -

-Obviamente pasé ese detalle por alto, pero se lo explicaré en seguida, señor...-

- Tony, Anthony Dean Verdeschi. De profesión físico. Provengo de la Base Lunar Alpha y ante otras razas soy lo que dicen terrícola-

Armytton, prosiguió, paseándose a través de la sala y hablando:

-La joven encontrada provenía de su planeta: La Tierra, llevaba un vestido blanco invierno, alrededor un cinturón con balas y un láser. Todos los objetos los guardamos, asegurándonos que los Sakios no tuvieran acceso a ellos.

El barón se volvió hacia las ventanas. La noche enceguecía cada vez más contra las paredes y los muros cristalinos. El silencio despuntaba sobre nosotros, mucho antes que apareciera el alba y pude ver el inusitado paisaje desde fuera. Entonces pude observar con mayor claridad la vegetación que rodeaba la enorme residencia. La noche había acontecido en un amena plática con el Barón.

Al día siguiente olí el aire. Había algo que me inquietaba. Una sustancia química tan sutil, tan leve, que sólo el débil grito de mis sentidos cansados me advertían lo insospechado que luego encontraría allí. Los colores blancos, azules, anaranjados de las paredes, los muros, las columnas, los pedestales, más allá de las ventanas eran de cristal, frutas cristalinas que podían saborearse, fósiles atrapados dentro de las maravillosas formas de cristales multicolores, animales embalsamados, cubiertos de polvillo plateado. Las blancas sirenas de alas rojas desaparecieron, después de que cántico metálico reverberaran en los oídos de cada habitante de lo que ahora descubrí: estaba en un palacio de cristal. Llevé mis sentidos al límite y pude sentir como los seres pequeños se movían en lo que parecía un tablero de ajedrez, arrastrados por el viento seco.

Armytton se dirigió al cuarto. A través de los vidrios confirmó si me encontraba despierto. Corrió la puerta, afirmando su mano en un holograma, suspendido fuera de la habitación. La tensión, sorprendemente distribuida por cada músculo del Barón me confirmaron que ocurrían demasiados hechos e ignoraba mucha información.

-Quizá debiera hablar con otra persona de esto, tal vez con mi consejero, desde luego no desconfío de él, pero usted es un hombre sensato y listo. Sugeriría y estará de acuerdo con lo que vengo a proponerle-

Avanzó en el transporte móvil, elevándose y bajando a su antojo. Quería asegurarse de que todo estaba ordenado a la perfección y no hubiera amenaza de los otros inquilinos, ni que yo hubiera escudriñado en los mandos o artefactos de la pieza.

-Anoche murió otro Dorcón. Tenía hundida la cabeza en la fuente de cristal de la cámara del Senado. No me explico que hacía a esa hora de la madrugada. Los ventanales abiertos de par en par y su cara era la de una bestia espantosa, nunca antes vista por mí. De seguro que esas criaturas translúcidas...-

-Las sirenas son bellísimas, agraciadas, delicadas como pétalos y sus rostros son propios de las diosas del Olimpo. La imaginación de un trovador medieval, si buscara una letra para una canción, su pluma se deslizaría sin apenas tocar el papel al verlas.

-Usted no conoce la maldad. Son llamas de terror prendiendo fuego en la noche y atacando con la rapidez de un lobo a uno de nosotros. Cronopios, al parecer, pues no tengo esos datos claramente detallados realizaba su turno de noche. Por alguna razón abrió ese ventanal y entró una de ellas convertida ¡en un halcón salvaje de enorme tamaño!, matándolo sin compasión-

Armytton, continuó hablando, pero sus palabras eran vacías e anodinas, sin sentido ni convincentes. En un minuto detuvo el deslizador y meneó la cabeza, pasándose la mano por su calva y puntiaguda cabeza. Tenía el rostro perlado por el sudor. Estaba asustado y sus ojos se hundían como agujeros negros.

- Me disculpa- continué. Los Sakios no son tratados humanamente. Ustedes son titiriteros, manejando astillas de madera que forman y moldean a su sistema de vivir. Anoche en la vigilia de mi sueño oí marchar a un grupo de ellos como soldados en una guerra. No sé que trabajo inhumano realizaran para su raza y usted, Barón está ocultando la verdad...tengo mis sentidos muy desarrollados y créame, ayudaré a esos seres si me encuentro en la certeza de su explotación.

El Barón se acercó a mi y sus grandes manos como arañas metálicas se enterraron en las mías. Las arañas se movían y enterraban con su prédica.

-Ha logrado que me enfade, Sr. Verdeschi. Pensé estar frente a un equilibrado y prudente. Sin embargo, ha demostrado no tener escrúpulos. Estamos sufriendo una de las peores plagas con la muerte de nuestra gente y usted toma parte con esos miserables... despóticos seres.

Cualquiera que hubiese pasado por allí en ese momento, habría pensado en un hombre enloquecido que vociferaba y golpeaba con las manos y los pies la escribanía. Su actitud no era digna de un Barón. Ésta se trizó de punta a punta. Su cuerpo siguió bailoteando y es masa apiñada saltaba en sacudidas incontrolables. Chillidos y una especie de viento procedente de sus pulmones aireados por la rabia, fluían de el.

Armytton, finalmente me dirigió una mirada maligna y empujó sus papada hasta llegar a la comisura de sus labios. Empezar a deformarse era la señal más clara de la ira dorconiana.

-Soy franco con usted. Estoy del lado de la justicia y eso perseguiré hasta el día de mi muerte- afirmé bajo mi total cabalidad.

Parpadeó para apartar el sudor de sus ojos irritados. Apretó el conmutador que se encontraba a mi derecha, dándome un empujón con su mofletudo volumen y de inmediato como un millón de grillos metalizados aparecieron cuatro hombres vestidos de negro, escafandras que los cubrían totalmente, embestidos de láseres redondos que destellaban luces amarillentas y yelmos que cubrían por completo sus rostros. Daban la impresión de haber combatido contra la mitad del mundo circundante.

-El Sr. Verdeschi no puede salir de este cuarto. Es una amenaza para nuestra raza. Lo trajimos como un amigo y ha mordido la mano que le da de comer. Es un mal agradecido y un traidor. Yo mismo me encargaré de que sufra en carne propia la tortura que tengo preparada.

Sí, señor- contestaron al unísono.

-Usted quedará confinado en esta habitación. Habrá dos guardias afuera y dos adentro. No tendrá posibilidades de escapar-

No soy un hombre tranquilo. Cuídese de los ataques imprevistos en una fuente de agua - contesté irónicamente.

Al dejarme solo me dispuse a descansar. Permanecí tranquilo porque sabía que de alguna manera me libraría de ellos. Me di varias vueltas en la cama y de improviso reparé en que parte de la armadura de uno de los guardias se meneaba graciosamente como si alguien muy pequeño oscilara con la mitad de su cuerpo y resto sin movimiento. Sin imaginármelo vi asomarse un blanco piececito que trataba de tocar el suelo, tanteando en el aire. Me apresuré a ayudarlo, sujetando el peto, los ristres y los codales.

Al principio no lograba descifrar la voz tenue que me hablaba en una lengua que sonaba como muñeca desarticulada, proveniente de uno de los seres menudos. Luego escribió lo que me hablaba:

- Sr. Verdeschi, logramos engañar a los soldados Dorcones, tan solo por algunos minutos. Los Sakios confiamos en usted para nuestra liberación del yugo dorconiano, bajo el precepto del Barón Von Armytton. Para ello tendrá que hablar con Feyde. Ella entiende su idioma, también fue mortal y vino aquí para buscarlo. Al saber su propósito los Dorcons

La mataron.

-¡La asesinaron! -

- No suba la voz. Los guardias que están afuera son de la raza enemiga. Espere un momento. Debemos estar seguros de poder eliminar a los Dorcones que están afuera y salir sin ningún contratiempo-

El hombrecillo le dio una señal a su compañero y escuché una vocecilla, pidiendo ayuda:

Sujeta la parte de arriba porque no puedo sostenerla solo-

Inmediatamente afirmé parte de la armadura y el saltó hacia mí. No pude dejar de reírme, pues nunca había visto una criatura tan pequeña Llegaba a mis rodillas y estaba muy agotado por el esfuerzo. Después sentí lastima y lo tomé entre mis brazos. Transpiraba arduamente. El peso de la armazón era más de lo que podía su cuerpecillo.

-Los Dorcones no serán un problema. Mi comandante se enfrentó a ellos para salvar a mi esposa. Llegó la hora de devolverle la mano de alguna manera. Ustedes los distraen y yo me las ingeniare para atacarlos-

-Las vías de escape están muy vigilados por los vástagos. Son androides redondos que vigilan con grandes ojos nuestro trabajo. Aquí no se encuentran. Son gente de su confianza e ingresan las personas de las cuales el Barón puede utilizar para sus propósitos y obviamente no los vigila. Creo Sr. Verdeschi que no será lo mismo enfrentarse a los Dorcones.

- Para mí eso ahora no es problema. Pienso en otra cosas. Realmente me muy intrigado lo de Feyde. Manos a la obra. Si seguimos conversando más tiempo perderemos-

Mientras miraba de reojo por una ventanilla trasera. Los hombres se estiraban perezosamente. Parecían dejar fluir sus pensamientos tratando de disipar la tensión del día y ahora se encontraban en completa serenidad. Entre todas las ideas y teorías que había presentado en mi mente. La más asertiva vino como un chispazo. La enfermería estaba provista de tranquilizantes y calmantes. Uno de ellos era el éter. Abrí un frasco amarillo con olor intenso y tóxico. Me dejó mareado y aturdido.

-Aquí está la respuesta. Traten de inmovilizar las armas de los dorcones vigilantes. Ellos poseen un rayo paralizador de los sentidos. Son armas pequeñas y efectivas. Deben actuar rápido - dije moviendo mi cabeza para despejarme de mi aturdimiento. Colóquense las armaduras de nuevo. Inventen una posible salida del cuarto. Me encargare de desparramar un frasco tóxico. Con eso podrán ingresar y trataran de activar la alarma, pero asegúrese de que estén sin su escafandras.

-Somos muy ingeniosos para tender trampas. Vivimos en un mundo así para sobrevivir. La astucia hace al sobreviviente- Contestó el más pequeño llamado Dantton

Activaron la alarma del interior y con una calma extrema hablaron del intercambio vestidos con la armadura. Cautelosamente les propusieron quitarse sus uniformes para que los enemigos se aliviaran un rato. Realmente eran muy convincentes y sus voces se transformaban en hombres seguros y de temple, bajo el sonsonete que provenían de parlantes instalados en los yelmos

Los guardias mordieron el sebo más rápido que peces hambrientos. Mientras tanto estuve tras la mampara para no ser visto. Apenas ingresaron salté como un ave de presa frente a mis opresores. No pude dejar de alabar la osadía de estos diminutos seres. Uno subido en los hombros del otro se dejaron caer en las fauces de los Dorcones y ambos cayeron como rocas en un precipicio.

Big, el otro hombrecillo igual a un niño astuto y despierto trató de hacerse entender en mi lengua y me propuso que saliera como el jefe Dorcon en una de esas navecillas móviles y ellos me escoltarían.

La idea que sugirió me pareció pausible, sin embargo era más peligrosa. Nos podían detener para preguntarnos algo. O tal vez podía ser más arriesgado el que yo saliera al descubierto, sin ninguna protección y no estaba tan seguro de quien decía realmente la verdad. Soy un hombre precavido y sospechaba de tanta amabilidad por parte de los Sakios, a pesar de inocencia y gratuidad demostrada hacia mí. Propuse tirarlo a la suerte. Para mi conveniencia traía en mis bolsillos un poco de para utilizar en Alpha, utilizadas en las compras de la Base en el bazar y entre ellas habían monedas de bronce, distintas a las ya conocidas.

La moneda se dio vuelta en el aire. Giró en círculos y finalmente fue sello. La opción escogida por los Sakios. Batton desapareció repentinamente. Se distinguía por se inquieto y juguetón, pero esta vez no parecía una de sus travesuras. Su hermano me informó lo insospechada de sus apariciones cuando buscaba objetos para salvarse de las dificultades.

-¡ Lo encontré! - dando a conocer ansiosamente su descubrimiento.

Al oír aquello de su boca se puso colorado, porque en el fondo de su alma era un vanidoso simpático y tenía miedo al ridículo.

- La forma de mantener a mi hermano tranquilo es decirle que ha hecho un gran hallazgo, aunque ya me imaginó lo encontrado. Siempre quiere llevarse las de ganar- agregó Big, tirándose el poco de pelo que le quedaba.

El hombrecillo salió detrás de un montón de herramientas bien apiladas y dejó al descubierto, después de sacar una sábana apolillada un transporte móvil.

-Confié en nosotros. Llevará puesta la armadura del guardia superior, acomodado en el flyrobot. Le serviremos de escolta.

Al desvestir a los hombres. Todo aquel fantástico asunto se combinaba y se volvía a combinar dentro de mi cerebro. Traté de idear una docena de explicaciones que daría si nos encontraban, todas ellas cuál grotescamente improbables. Pero tenía el convencimiento de que también la verdad suele estar a veces en algo extrañamente improbable. Renuncié, por último, a todo intento de encontrar solución y me conformé con poner en funcionamiento las instrucciones que había recibido.

Big, el más delgaducho y frágil daba muestras de estar más inquieto que Batton, sin embargo Big todo lo que quería era hacerme comprender lo que correspondía realizar, pues se limitaba en cada palabra a recordarme que yo iba como protector suyo, y bajo ninguna consideración tenía que apartarme un solo instante. El temple de mi alma, sin embargo era bueno, y soy capaz de decidirme frente a los peligros ante los cuales otras personas retrocederían aterrorizadas. Esto no me obliga nadie a hacerlo. Velo por mi vida y la de los demás, como buen jefe de seguridad, aunque desde cualquier punto de vista un grave riesgo. Si todo se tuerce al menos moriré, salvando a seres inocentes.

Ajusté los suspensotes que protegían el despegue del móvil y una sonrisa curvó mi boca, haciéndose más amplia cuando pensé. ¡Qué pena la exterminación de la raza Dorcón!, enemigos de los Sakios. Reparé entonces en lo que sucedía. Perfectamente con el tiempo, no sé si anterior o posterior, Sakio puede derivar o tener otro nombre: Pyscon, la raza de mi esposa. El fracaso era por definición improbable. Todo el universo Dorconiano y Psiconiano estaban al alcance de mis manos y de las decisiones que supiera tomar, dependería el destino de ellas. En cierto modo un Todopoderoso que decidía el futuro.

Avanzamos, sin esperar más y antes de que pudiéramos ser interrogados de modo no muy grato por los dos guardias. Nos abrimos paso entre el humo desatado por el tóxico.

El pasillo cubierto de protecciones para evitar caídas, ordenados del más alto al más bajo, proveían de una vista sorprendente del salón principal. Lentamente las luces se prendieron. Un aviso, sin lugar a dudas de que la tarde se avecinaba. Dimos vuelta hacia la derecha, indicándome la cercanía por donde debíamos escapar, evitando ser visto por los "Vástagos".

De soslayo vi el sitio mal oliente donde los Sakios corrían trabajando en todas las cosas. Uno se sentía turbado al verlos, pues estaban demasiado vivos en un lugar equivocado. A los Sakios no les importaba si uno los observaba o no; autómatas, se movían a las órdenes de los hombres con uniformes, levantando inmensas piedras y excavando en la mina, llevando cristales y diamantes para alimentar a una computadora Phyque. Algunos con sus vidas y muerte cerebral. Los Dorcones vigilantes se desplazaban tensamente, nerviosamente; embutidos, apretujados entre los hombrecillos, atentos a la mirada escrutadora del Barón. En ese momento bifurcamos por otro pasillo. Vimos un jardín lleno de fuentes de agua cristalina y estatuas construidas del mismo material, redondeando la pileta del medio; esculpido sobre ella estaba el busto del Barón. Dueño de esta parte del planeta, no guardián como había asegurado.

-¡Alto! - gritó alguien detrás de nosotros.

-Siga nuestras instrucciones. Es Mentor, el consejero del Barón- susurró Batton.

-Posee poderes telepáticos y eso sería muy peligroso para nosotros. Descubriría nuestro plan- argumenté.

Dimos vuelta en dirección al hombre y sentía un escalofrío que detenía mi cuerpo.

-¿ A dónde se dirigen?-

-Vamos a revisar a los "Vástagos" como ordenó el Barón Von Armytton. Nuestro compañero se encuentra afectado de una pierna y por eso su excelencia tuvo la amabilidad de facilitarnos el transporte móvil- habló Batton con gran atrevimiento.

-De manera que irán por los corredores más amplios. Desactivaré los sensores de los "Androides" que se encuentran en ese lugar y podrán repararlos con detenimiento. También sugeriré al Barón que abra las tranqueras donde se encuentran los Sakios para un descanso momentáneo-

-¡Estaríamos muy agradecidos! - dijo Big a media voz.

Era nuestra única oportunidad para liberar a esta pequeña raza. Corrimos hacia los canales más amplios y a sentir el ruido característico del descanso nos apresuramos a pasar por colectores y darles la señal que estaban libres. Un tropel de Sakios se abalanzó en los vertederos y atacaron de dos o de tres a cada Dorcon. El Barón logró escapar, pero lo seguí. Tomé un tronco del boscaje donde llegamos y aticé un golpe sobre su cabeza, dejándolo insconciente. Luego procedí a romper en mil pedazos a Phyque y escapar rápidamente.

Al saltar la gran altura que tenían los conductos para llegar al bosque había acontecido la noche y no estábamos provistos de linternas. Avanzamos a tientas por el lugar que nos pareció más claro, aunque en el trayecto arrancamos ramas de los enormes frondas que nos alcanzaban. Debía abrirles paso a los pequeños y evitar que les sucediera algún accidente. Nos quedaban varias millas que atravesar y desde luego era una travesía todo lo que sucedía.

- En la parte más rocosa siempre encontrará a Feyde. Sin embargo debe pasar por las olas más altas . Cuando eliminó a Cronopios. Voló como una avecilla y luego los mató para decirnos donde lo esperaría. Teníamos que esperar el momento más oportuno para informarle de esto, ya que por la noche los Dorcones tienen una maldición que ocultan ladinamente. Se transforman en hombres bestias y las sirenas los mantienen alejados de ellas por sus cantos que resuenan fuerte en los oídos de sus habitantes.-

Quedé sorprendido por lo dicho y al mismo tiempo se aclararon muchas dudas. La lucecilla fosforescente que vi antes de ser atacado era ella y luego mi encuentro con esa hermosa mujer. Si era mortal debía ser alguien de mi pasado o futuro que por una extraña razón me conocía. ¿Quién podría ser? De ello si que ignoraba su procedencia. Alguien que trataba de advertirme de un peligro y conocía el suplicio de los Sakios. Ahora estaba seguro de quien era.

Llegamos a lo alto de un roquerío. Varias sirenas se colocaban en las diversas rocas, extendidas a lo largo y ancho del mar. Un bello espectáculo, digno de ser plasmado en un cuadro del más sobresaliente pintor o de algún poeta inspirado en esas singulares bellezas, de colas blancas, azules, plateadas y amarillas con una sonrisa y su pelo llevado por el viento que soplaba fresco y puro en la inmensidad de las olas y un paisaje pulcro y claro.

Salté como un niño que espera con ansia su regalo de navidad o que su encuentro con una persona muy querida, de cual le han hablado mucho y desconoce sus grandes cualidades y misericordia. Esperé largamente, sentado en una roca. Posteriormente una luz se distinguió a lo lejos.

-Acércate más Tony Verdeschi y trata de descifrar el acertijo para saber realmente quién soy. "Estuve cerca cuando me necesitaste, te consolé hasta que la muerte me alcanzó, pero después de 1.000 años volveré a tu vida y no responderás a mi amor, ni me querrás como lo he hecho yo, después de una eternidad-

-¿Shermeen? Shermeen Williams ¿Eres tú? ¿Qué ha sucedido? No logro comprender. ¡Eres una sirena! Y Alpha ¿Qué pasó?

Con tono sereno me agradeció el haber salvado a los Sakios y a Mentor. Me explicó, mientras yo no podía dar crédito a lo que decía. El consejero del Barón Armytton era un antepasado de Mentor. El padre de Maya. Luego de darse cuenta de barbarie por Armytton, defendió a los Sakios con su vida. La enemistad entre Psicones y Dorconianos seguirá más allá, después de que John Koenig, rescaté a mi mujer de la cónsul Barda, descendiente del Barón. Después de haberme dicho esta inusual verdad, tendió sus manos hacia las mías y me abrazó un fuego intenso. Atravesé un blanco laberinto y escuché la voz más anhelada por la pantalla de la nave.

-Puedes regresar a Alpha, mi amor. El estudio del planeta está completo y no es habitable-

Los hombrecillos al atravesar la luz, pasaban al mundo contiguo: El mundo de la liberación


Copyright (c) 2007. Reprinted with permission.
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